Manuel y Melanie se conocieron sirviendo a Dios en un concierto de la iglesia. Él era músico del artista que abría el evento, y ella formaba parte del staff. Para Manuel, fue amor a primera vista.
Más tarde, descubrió que Melanie y su hermano eran casi primos del artista con el que tocaba. Cuando su hermano se acercó a saludarlos, Manuel aprovechó para aclarar una duda: los había visto juntos y pensó que eran pareja. La respuesta fue clara: “Es mi hermana”, con una mirada de “¿qué le pasa a este iluso?”.
Días después, Melanie lo siguió en Instagram, supuestamente porque él era un “artista católico popular”. Poco después, asistió con sus amigas a un evento donde Manuel predicaba, y él, de pura maldad, la hizo leer una diapositiva. Esa fue la excusa perfecta para escribirle luego y “agradecerle por leer”.
Siguieron chateando, y cuando Manuel notó que Melanie publicaba mucho sobre café, le preguntó cuándo iban por uno. Ella lo invitó a Starbucks, y en esa primera salida, él dejó claro su interés: escondió una factura de McDonald’s detrás de su cover con un mensaje directo: “Me gustas”. Desde el inicio, Manuel fue con todo.